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..o como decía mi Abuelita, "nadie saca de una olla cosa mejor que lo que dentro pone".
Hace tiempo venía viendo este blog y nunca entré (la razón es increíblemente irracional: ¡no me gustan las fresas!).
Hasta que hoy me dije: "pero qué tendrá que ver..."y aquí estoy.
Pertenezco a la era predigital, así que en cuanto nació mi primer nieto abandoné una noble Canon por una digital "familiar" esto es, pequeña, pero no "compacta", con pocas opciones un oscuro manual (en el idioma que sea, inintelegible).
Adiós a mis buenas fotos familiares.
Cajas y cajas de negativos bien conservados, de álbumes con fotos ¡hasta de mis bisabuelos! pasaron al olvido...como las primeras fotos de mi nietito. Por suerte alguien atinó a usar la de carrete, o los primeros meses de vida del niño quedarían sólo en nuestra memoria.
Con paciencia y mucho estudio, aprendí a fotografiar más o menos bien, tanto que algunas las pasé a papel.
Hace un tiempo pasó una amiga de visita, fotógrafa de profesión. Trajo consigo dos de sus cámaras. Según sus palabras, "solamente las de todos los días, la del trabajo la dejé pues vine de visita".
Me prestó una Nikon no-se-cuanto, enorme, negra, como la que había visto en la TV, para que pruebe pues se me iban los ojos tras el chisme. Me dio unos pocos buenos consejos y salimos a la calle.
Lamentable, bochornoso, humillante...
Ni una foto buena, o medianamente buena.
Volví a usar mi cacharrito digital hasta que tuvo una falla y hube de enviarla al service. De donde no ha vuelto todavía, porque "el repuesto es caro y le conviene una cámara nueva". Pues yo a que no, que si no tiene arreglo, la usaré de pisapapeles.
Mis fotos han mejorado en estos tres últimos años usando _la misma_ camarita: la que cambió fui yo.
Por lo que, de seguro, no gastaré dinero en una maravilla negra (o verde, o dorada :p) si ignoro qué hacer con ella.
Ay, si aplicáramos este dicho a muchas otras cosas de la vida, cuántos errores evitaríamos...
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